viernes, 21 de diciembre de 2012

El Espiritu de la Navidad

Los antiguos pueblos nórdicos y celtas celebraban su fe en torno a los fenómenos de la naturaleza y atribuían a los árboles propiedades no sólo medicinales sino también mágicas. Para ellos, la llegada del invierno era el momento en el que la naturaleza se renovaba a sí misma para dar paso a mejores cosechas y más abundantes. Cada estación era asociada con un árbol. Para el invierno tomaban en Yule. 

Para celebrar con la naturaleza sus triunfos y pedir a los dioses mejores tiempos, estos pueblos celebraban el momento cósmico que sucedía cada solsticio y cada equinoccio. Grandes hogueras eran hechas en los bosques cerca de los árboles sagrados y los druidas (sacerdotes de la naturaleza) dirigían rituales para invocar las fuerzas del llamado Espíritu de la Navidad. 

Desde el 45 a. C., cuando el 25 de diciembre se estableció en el calendario juliano como el solsticio de invierno de Europa, la diferencia entre el año civil (365.250,0 días) y el año tropical (365.242,2 días) se trasladó el día asociados con el solsticio astronómico adelante aproximadamente tres días cada cuatro siglos, hasta 1582, cuando el papa Gregorio XIII cambió el calendario con lo que el norte del solsticio de invierno a alrededor de 21 de diciembre. Anualmente, en el calendario gregoriano el solsticio aún fluctúa ligeramente, pero en el largo plazo, sólo alrededor de un día cada 3.000 años. 

El solsticio por sí mismo puede haber sido un momento especial del ciclo anual del año, incluso durante el periodo neolítico. Eventos astronómicos, controlados en la antigüedad como el apareamiento de los animales, la siembra de los cultivos y la medición de las reservas entre las cosechas de invierno, muestran cómo las diferentes mitologías y las tradiciones culturales han surgido. Esto es comprobado por la física que se mantiene en los diseños de finales del Neolítico y la Edad de Bronce, como los sitios arqueológicos de Stonehenge (en Gran Bretaña) y Nueva Grange (en Irlanda). Los principales ejes de ambos monumentos parecen haber sido cuidadosamente alineados sobre una línea de vista que apunta a la salida del sol del solsticio de invierno (Nueva Grange) y la puesta del sol del solsticio de invierno (Stonehenge). Significativo respecto de Stonehenge es el hecho de que la Gran Trilithon se erigió desde el centro hacia el exterior del monumento, es decir, su buen cara plana se volvió hacia la salida del sol de pleno invierno. 


Fuente:

http://www.miamidiario.com/blogs/la-web-del-gato-negro/36_1851







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